Muchas veces al administrar muchos medicamentos y antibióticos el estómago del paciente se resiente. Así pues el lavado gástrico es un procedimiento habitual en los cuidados de enfermería y utilizado durante décadas con el fin principal de evacuar sustancias tóxicas del estómago. Las principales indicaciones, entre otras, son en las hemorragias digestivas altas y en la eliminación de sustancias tóxicas. La utilidad diagnóstica está limitada ya que se trata más de un vaciado o succión gástrica con el objetivo de analizar las muestras estomacales extraídas, que del hecho de realizar el propio lavado.
Se deberá realizar una anamnesis completa: exploración del paciente, valoración de la sustancia ingerida, cantidad y tiempo transcurrido desde la ingestión, para que el resultado sea lo más beneficioso a las necesidades del paciente con las mínimas complicaciones.
La ejecución del lavado gástrico abarca dos técnicas: la inserción de una sonda hasta la cavidad del estómago y la irrigación-evacuación del líquido infundido. Tanto la técnica inicial como el procedimiento final no se deben llevar a cabo sin unos criterios previos ya que conllevan unos problemas potenciales que pueden llegar a repercutir seriamente en el estado del paciente pediátrico o neonatal.
Así pues la práctica del lavado gástrico consiste en la introducción de una sonda hueca, de calibre grueso y multiperforada en su extremo distal, que se llevará hasta el estómago para evacuar sangre, tóxicos o cualquier otro tipo de sustancia mediante la irrigación y aspiración de pequeños volúmenes de líquido. La cantidad del líquido irrigado dependerá de la edad del niño, la recomendación en la edad pediátrica es de 10 ml./kg sin sobrepasar los 200-300 ml./ciclo
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