Cuando el corazón empieza a fallar, el organismo lo detecta inmediatamente y pone en marcha los mecanismos compensatorios, por lo que muchos pacientes no llegan a percibir los síntomas anormales que manifiesta el corazón.
Estos mecanismos sólo son eficaces durante cierto tiempo, por lo que llega un momento en el que el organismo no puede remediar el fallo en el bombeo del corazón. Así pues, se habla de insuficiencia cardíaca cuando la función del corazón está alterada o el músculo cardíaco no es capaz de bombear suficiente sangre para abastecer a los órganos, músculos y tejidos del organismo.
El primer síntoma de la insuficiencia cardíaca se manifiesta cuando el enfermo se somete a cualquier situación en la que es necesario un mayor bombeo del corazón y una mayor cantidad de sangre al organismo. El paciente sentirá ahogo y falta de aire mientras realiza ejercicio o lleva a cabo actividades que antes toleraba bien.
Poco a poco la situación se va agravando y la insuficiencia puede repercutir en otros órganos vitales como los riñones. Entre los principales mecanismos de defensa se encuentran la taquicardia en situación de reposo (al no bombear suficiente sangre el corazón aumenta el número de latidos en cada unidad de tiempo) y el aumento progresivo del tamaño del corazón para conseguir contracciones más fuertes que compensen su deficiencia.
Por este motivo, los enfermos con insuficiencia cardíaca suelen presentar un aumento del tamaño del corazón.
Las causas más comunes de la insuficiencia cardiaca son las enfermedades coronarias, como la angina de pecho y, especialmente, el infarto de miocardio.
Otra causa habitual es la hipertensión arterial, que debe ser detectada y controlada a tiempo.
Por último, los síntomas más frecuentes son: disnea, ortopnea, fatiga, edema...
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