El trasplante de riñón tiene una duración limitada, que a lo largo del tiempo se ha ido alargando al tener más conocimientos en medicaciones para evitar el rechazo, aunque muchas de ellas son algo nefrotóxicas.
El enfermo vuelve a tener la misma patología y los mismo síntomas y malestar que cuando perdió sus funciones originales:
- Úrea alta (arcadas, vómitos, mal sabor de boca)
- Prurito.
- Insomnio.
- Hormigueo de piernas.
- Irritabilidad.
- Agresividad.
- Cambios de humor
- Dieta restrictiva de proteínas, grasas y sal.
- Edema en piernas que al cabo del tiempo se generaliza al resto del cuerpo.
- Cansancio.
- Apatía.
- Pérdia de apetito.
Y vuelta a la consulta de nefrología que terminará de nuevo en Hemodiálisis.
En este punto se comienza otra vez el ciclo, pero esta vez nos encontramos con un enfermo muy especializado en todos los temas hospitalarios relacionados con su enfermedad. Esto nos lleva a la conclusión de que es un enfermo crónico, por decirlo de alguna forma, por partida doble. Con la complicación que lleva de tratamiento tanto psicológico como físico, siendo, muy receloso a la hora de aceptar las medicaciones y recomendaciones que se le hace, preguntando todo y lo que no comprende mirándolo por su cuenta.
Este ciclo se puede repetir por tercera vez, como ya hay casos ya.
España tiene el mérito de poseer el mejor o uno de los mejores sistemas de donación de órganos, y las donaciones van experimentando año a año un progreso no conocido en otros países.
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